sábado, 14 de septiembre de 2019

Viernes por la noche

Viernes.

1:00

Extrañas visiones de camino al piso desde el trabajo. Espectros líquidos, sombras difusas. Y entre ellas una imagen sorda pero bien definida. Javier Egea ha regresado de entre los muertos. Tiene los ojos entornados de la manera acostumbrada, sostiene en alto una copa medio vacía y se acomoda la gorra marinera. ¿Qué debería de beber Javier Egea? ¿Qué clase de versos debería de escribir una madrugada de mediados de septiembre? Transita por la calle Bernabé Soriano en lugar de por cualquiera de Granada. Sabe dónde ha dado el primer paso, pero no dónde dará el último.

 

3:11

Orson Welles reconoce que entre contratar a amigos para una película y contratar a buenos actores, elegía contratar a amigos. Dice que nunca se arrepintió de ello. Es más, asegura que lo volvería a hacer. “No considero que el arte sea lo más importante. Prefiero cualquier otra forma de lealtad en la vida. Odio la concepción romántica sobre los artistas que están por encima de todo lo demás, creo que es lo último que debería hacerse”, manifiesta. Dudo que haya mejores bebedores que N. y F., pero, aunque los hubiera, hoy también estaría compartiendo con ellos mesa y cháchara. Sabemos cuándo hemos abierto la primera cerveza, pero no cuándo abriremos la última.

 

4:18

Llevo un rato anotando cosas que no guardan relación entre sí. Una basura sin sentido alguno, una sustancia imperfecta y, por tanto, horrenda. Me da pánico no tener nada que contar, lo que equivale a decir que me da pánico ponerme a escribir, que me aterra saber el porqué de la primera palabra, pero desconocer el porqué de la siguiente.

 

 

4:32

La Cruzcampo y la Alhambra ya se han terminado, así que es menester tocar retirada. Lejos, muy lejos, un trueno anuncia tormenta. Me gustaría que se pusiera a llover inmediatamente. Me gustaría dormirme mientras escucho el sonido de las gotas. Ver dónde cae la primera sin saber en qué parte del cristal caerá la siguiente, y así de manera sucesiva, hasta que toda la superficie de la ventana acabe cubierta de una capa de agua uniforme, sin fallo. Ahora lo comprendo: el caos es también una clase de belleza.


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