sábado, 7 de septiembre de 2019

Sábado por la mañana

Sábado por la mañana.

 

Acabo de subir al bus. Aquí, en Jaén, no lo saben, pero en mi pueblo se vive la resaca post-ofrenda a la patrona. Eso quiere decir que el despertar, para muchos, va a ser muy jodido.

En abril de 1988, mes y año de mi nacimiento, la discográfica PDI publicó el cuarto álbum de estudio de El último de la fila, ‘Como la cabeza al sombrero’. La quinta canción de la carabé del elepé es ‘Llanto de pasión’, y siempre que estoy de vuelta la recuerdo. Su letra, que tiene algo de elegía, pero también algo de épica, habla del pasado y, precisamente, de un regreso. ¿Soy yo el de la canción? Quizás, pero no del todo ahora, sino dentro de unos años.

Cuando cierro los ojos, a veces me encuentro conmigo mismo en el futuro. La escena es, en general, difusa, aunque puedo deducir dos cosas claras de esta, a saber, que estoy lejos de mi terruño y que, a causa de ello, aquel a quien imagino no soy realmente yo, sino un trasunto de mí. Aunque Manolo García diga que lo que pasó ya no existe, parte de uno siempre se queda en el tiempo y en el lugar en los que aprendió a convivir con la alegría. Desvío la vista de la ventanilla y me topo con el tatuaje en mi brazo. Son los tres últimos versos de ‘Contra Jaime Gil de Biedma’ –“Oh, innoble servidumbre...”-, que me traen a las mientes otra reflexión del poeta: “En el recuerdo el júbilo es igual a la tristeza”. Lo confieso: tengo miedo a olvidar que lo que soy ahora y lo que seré en el futuro se lo debo al pasado. El bus llega a su destino y poso los pies en un asfalto de sobra conocido. Hola, Tosiria. Vuelvo a donde empecé.





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