Sin hora.
Elena Lupescu fue amante del rey Carol II de Rumanía durante la década de los treinta del siglo pasado. Se casó con él tras su abdicación en 1940. De ella y de todo lo relacionado con su identidad hay quien dice que aún no se sabe qué fue verdad y qué fruto del embuste. Incluso en lo que se refiere a su nombre. A la historia ha pasado no sólo como Elena, sino también como Magda, y, según algunas versiones, como la de la radionovela ‘Tentación a medianoche’, su verdadero apellido era Wolf -”lobo”-, pero su padre, un judío de origen germánico, lo habría transformado en Lupescu -”hija del lobo”-. Sobre su influencia entre bambalinas en la manera de dirigir el reino se ha dicho mucho.
En ‘Batman Begins’ (2005), Liam Neeson interpreta a Ra’s al Ghul, y Christian Bale, a Bruce Wayne. A los dieciocho minutos de metraje, el primero le da al segundo un consejo que este seguirá con inteligencia el resto de su vida: “La teatralidad y el engaño son poderosos aliados”. Precisamente la teatralidad es un aspecto que obsesionaba, según se muestra en el biopic sobre Steve Jobs protagonizado por Michael Fassbender, al cofundador de Apple. Hay una escena de la película que refleja a la perfección su afán por controlar hasta el más mínimo detalle de los productos que sus empresas alumbraban. Al menos, el del personaje que Fassbender interpreta. A punto de enfrentarse al público para presentar el NeXTcube, el ordenador de NeXT, compañía fundada tras abandonar Apple forzosamente, Jobs recibe la visita de su exsocio y amigo en la cuerda floja Steve Wozniak (Seth Rogen). Cuando ambos acceden al foso de la orquesta de la Ópera de San Francisco, el primero le cuenta a Woz una anécdota:
-En una ocasión conocí a Seiji Ozawa en Tanglewood, un director colosal de un ingenio y unos matices sublimes, y le pregunté qué hacía exactamente un director que no pudiera hacer un metrónomo. Me dijo: “Los músicos tocan los instrumentos; yo toco la orquesta”.
-Es algo que suena bien pero que no significa nada- comenta un pragmático Wozniak.
La conversación avanza y va subiendo de tono a cada segundo. Las viejas rencillas no tardan en aflorar. Woz acaba explotando, herido por la condescendencia de Jobs, e, iracundo, arremete contra el que fuera su hermano:
-No sabes escribir el código, no eres ingeniero, no eres diseñador, no sabes ni clavar un clavo, yo construí la tarjeta de circuito impreso, la interfaz gráfica se la robamos a Xerox PARC, Jef Raskin dirigía el equipo de Mac antes de que le echaras de su propio proyecto, otro diseñó El Cubo. ¿Cómo es posible que lea diez veces al día que Steve Jobs es un genio? ¿Qué es lo que haces?
-Yo toco la orquesta -responde, impasible, Jobs.