Lunes
13:24
El dominio de la eficiencia comunicativa puede
ser innato, pero también alcanzarse si se trabaja lo suficiente. Yo admiro a
los que lo logran a base de esfuerzo -entre otras cosas, porque soy incapaz de
conseguirlo-, pero me resulta inevitable envidiar de forma enfermiza a quienes
nacen con tal cualidad, que, además, está íntimamente relacionada con la
habilidad para asociar conceptos de naturaleza diversa con maestría. Es el caso
de José Juan Arjona, ilustre botánico callejero de Torredonjimeno. Hoy, mientras
paseo a Joey, él deambula por la Plaza de Santa María, como prácticamente a
diario, inmerso, de seguro, en cavilaciones cuyo sentido escapa al
entendimiento del resto de mortales en la Tierra. Detiene su paseo, se me
acerca -ojos diminutos, como dos botones, desordenados y tímidos- y me cuenta
que piensa que tiene gripe y que está leyendo 'En el camino', de Kerouac.
"La cabeza me estalla, tengo dentro una locomotora", me dice antes
emitir una risita inocente y de comentarme que, por culpa de ello, ayer se puso
el pijama más temprano de la cuenta. Le recomiendo que se tome un analgésico y
me responde que está ahorrando para comprarse unos sobres de ibuprofeno aunque sabe
que no le sientan bien. De repente llaman su atención los carteles electorales,
especialmente, los de Unidas Podemos. "Todo el poder para lo
público", lee, a lo cual añade: "Un país idílico. Idílico, idílico,
que me den un trabajo". Ahora soy yo el que sonríe, si bien no le respondo
inmediatamente porque el perro ha dado un tirón. Tardo apenas un segundo en
comprobar que no se ha cagado en lugar indebido, me vuelvo para seguir con la
charla y... sorpresa: el Arjona ha desaparecido. No me cuesta encontrarlo, sin
embargo: está unos metros más adelante, pidiéndole tabaco a un niño, porque
para él cualquier transeúnte es susceptible de convertirse en alma caritativa
que acepte donar recursos a su causa autodestructiva, pero el chaval lo mira
confuso y le comenta que cigarros tiene, pero que son de chocolate. La misión
culmina sin éxito y el Arjona regresa a mi lado. Se marcha poco después, y lo
hace en silencio, como si se tratara de un espectro.
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