lunes, 4 de noviembre de 2019

El dominio de la eficiencia comunicativa

Lunes
13:24

 

        El dominio de la eficiencia comunicativa puede ser innato, pero también alcanzarse si se trabaja lo suficiente. Yo admiro a los que lo logran a base de esfuerzo -entre otras cosas, porque soy incapaz de conseguirlo-, pero me resulta inevitable envidiar de forma enfermiza a quienes nacen con tal cualidad, que, además, está íntimamente relacionada con la habilidad para asociar conceptos de naturaleza diversa con maestría. Es el caso de José Juan Arjona, ilustre botánico callejero de Torredonjimeno. Hoy, mientras paseo a Joey, él deambula por la Plaza de Santa María, como prácticamente a diario, inmerso, de seguro, en cavilaciones cuyo sentido escapa al entendimiento del resto de mortales en la Tierra. Detiene su paseo, se me acerca -ojos diminutos, como dos botones, desordenados y tímidos- y me cuenta que piensa que tiene gripe y que está leyendo 'En el camino', de Kerouac. "La cabeza me estalla, tengo dentro una locomotora", me dice antes emitir una risita inocente y de comentarme que, por culpa de ello, ayer se puso el pijama más temprano de la cuenta. Le recomiendo que se tome un analgésico y me responde que está ahorrando para comprarse unos sobres de ibuprofeno aunque sabe que no le sientan bien. De repente llaman su atención los carteles electorales, especialmente, los de Unidas Podemos. "Todo el poder para lo público", lee, a lo cual añade: "Un país idílico. Idílico, idílico, que me den un trabajo". Ahora soy yo el que sonríe, si bien no le respondo inmediatamente porque el perro ha dado un tirón. Tardo apenas un segundo en comprobar que no se ha cagado en lugar indebido, me vuelvo para seguir con la charla y... sorpresa: el Arjona ha desaparecido. No me cuesta encontrarlo, sin embargo: está unos metros más adelante, pidiéndole tabaco a un niño, porque para él cualquier transeúnte es susceptible de convertirse en alma caritativa que acepte donar recursos a su causa autodestructiva, pero el chaval lo mira confuso y le comenta que cigarros tiene, pero que son de chocolate. La misión culmina sin éxito y el Arjona regresa a mi lado. Se marcha poco después, y lo hace en silencio, como si se tratara de un espectro.







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