Miércoles
23:02
Hace algo más de un mes aseguré que no imitaría el corte de pelo de Rodrygo como sí hacía, hace veintiuno, veintidós y veintitrés años, con el de Ronaldo. Su hat-trick no ha hecho tambalear ni un ápice la firmeza de mi promesa. No obstante, he guardado la maquinilla para alejar la tentación de mi vista. Sólo por si acaso.
Rodrygo es una anguila, un pez espada que nada sobre el césped con la misma habilidad con la que asesta estocadas al rival. Su elegancia bebe de la espontaneidad, y eso le exime de tener miedo. Yo, en cambio, lo tengo. Tengo miedo de acabar saliendo a la calle un día con el peinado de Rodrygo, y presiento que me quedan por delante unos cuantos años de sinvivir, a no ser, claro, que el chico decida cambiar su estilo y cortarse el pelo a lo dandi. Si eso ocurre, puede que me anime a pedir cita de nuevo a un peluquero profesional después de ocho años. Ser esclavo de tus palabras es la mayor de las idioteces.
Fotografía: AFP - Pierre-Philippe Marcou
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