Hay una
clase de intelectualoide mameluco que acostumbra en grupo a echar la fresquita
en torno a la una, con su chocho cosido o su pija roñosa -nunca fruto del tesón
esta infortunada circunstancia-. Metejones furtivos, con su piquito de colibrí
ponen de vuelta y media todo cuanto a su limitada y simpática capacidad de
análisis escapa desde la mesa del centro que suelen ocupar, no porque gusten de
mezclarse entre sus convecinos, puesto que suelen evitar el roce con ademán de
asquete, sino porque así consiguen alimentar el ego con gusto, igual que si
presidieran el corro de los tontos de bote. Un brindis por su chocho, un
brindis por su pija.
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