Como siempre tras una noche especial de fútbol, a muchos de los que
no compartís la pasión por este deporte se os llena la boca diciendo que os
parece triste que en un país se grite un gol con más fuerza que una injusticia,
reducís a los que lo hacemos -gritar goles, saltar de rabia y alegría con los
éxitos de nuestro equipo, analizar el juego más allá de hablar de supinas
gilipolleces como robos y balones de oro- al mero garrulismo e intentáis
demostrar con ese simple comentario que sois más ricos en sentido común
y espíritu que nosotros. Os responderé
diciendo que los que me provocáis tristeza
sois vosotros a mí. Por no saber daros cuenta
de que hablamos de fútbol
como una afición más, como una manera de escapar del tedio que supone la rutina
diaria igual que vosotros tenéis reventar el móvil con Instagram, mirar el
techo de vuestro cuarto, componer música, estudiar filosofía medieval de cuatro
a siete, sacar al perro a las ocho de la tarde o lo que os parezca mejor, lo
que más os guste, sin que nadie os diga si sois más o menos zoquetes
por ello, pero también soñamos
con fútbol y amamos el fútbol como una
suerte de conjugación de técnica, compañerismo, lucha, fuerza, unión por
conquistar un objetivo común, hermanamiento e inteligencia. Eso no podéis
llegar a entenderlo vosotros pero yo no
voy a pediros que lo hagáis, ni siquiera que lo intentéis, sólo que nos
respetéis. En primer lugar, porque yo sí soy capaz de llegar a entenderos a
vosotros, vuestros gustos, a pesar de que considere ridículo vuestro modo de
proceder en el caso que nos ocupa. Decís, repito, que es triste que suene más
alto un gol que la protesta por una injusticia, pero yo os replico y os hago
saber -malditos iluminados de pacotilla- que combatir una injusticia dista
mucho de escribir en un perfil de red social una sentencia políticamente
correcta o de compartir un titular populista según convenga. Porque no, amigos,
el hecho de teclear la palabra ‘LADRONES’ seguida de innumerables signos de
exclamación no hace que tal mensaje actúe como un conjuro y que por el poderío
infinito de la magia vaya a ser condenado todo aquel que sea susceptible de
cargar con esa lacra. A los políticos, a los banqueros, a todo aquel colectivo al que os queráis referir
les vienen sudando las partes nobles lo que vosotros escribáis en
Facebook un domingo de resaca mientras escucháis lo último del efímero y presunto cantante
exitoso de turno.
Lo que les puede llegar a
asustar es que la gente decida galopar hasta enterrarlos en el mar.
Y además, de esta evidencia de vuestra falta de respeto y
entendimiento forma parte también una presuntuosidad irrisoria, por hipócrita.
Os emplazo ya si queréis a tomar un café o una
copa -recomiendo Cointreau, como sabéis- para iniciar un debate que dure horas acerca del reflejo de la física
cuántica en Borges,
la victoria de Pdr Snchz en las primarias socialistas, quiénes son los rebeldes
de Alepo o si Mari Juana hace mejor cazón en adobo que flamenquines de rabo de toro.
Pero dudo a horrores que aceptarais la invitación y me temo que, en caso de
hacerlo, os limitaríais a espetar dos o
tres clichés -con mayor o menor ingenio- para salir airosos del envite. Eso a
mí, lo vuelvo a decir, es lo que me provoca tristeza. Dejadnos en paz. Vivid y
dejad vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario