martes, 18 de septiembre de 2018

Garrulismo y fútbol


Como siempre tras una noche especial de fútbol, a muchos de los que no compartís la pasión por este deporte se os llena la boca diciendo que os parece triste que en un país se grite un gol con más fuerza que una injusticia, reducís a los que lo hacemos -gritar goles, saltar de rabia y alegría con los éxitos de nuestro equipo, analizar el juego más allá de hablar de supinas gilipolleces como robos y balones de oro- al mero garrulismo e intentáis demostrar con ese simple comentario que sois más ricos en sentido común y espíritu que nosotros. Os responderé diciendo que los que me provocáis tristeza sois vosotros a mí. Por no saber daros cuenta de que hablamos de fútbol como una afición más, como una manera de escapar del tedio que supone la rutina diaria igual que vosotros tenéis reventar el móvil con Instagram, mirar el techo de vuestro cuarto, componer música, estudiar filosofía medieval de cuatro a siete, sacar al perro a las ocho de la tarde o lo que os parezca mejor, lo que más os guste, sin que nadie os diga si sois más o menos zoquetes por ello, pero también soñamos con fútbol y amamos el fútbol como una suerte de conjugación de técnica, compañerismo, lucha, fuerza, unión por conquistar un objetivo común, hermanamiento e inteligencia. Eso no podéis llegar a entenderlo vosotros pero yo no voy a pediros que lo hagáis, ni siquiera que lo intentéis, sólo que nos respetéis. En primer lugar, porque yo sí soy capaz de llegar a entenderos a vosotros, vuestros gustos, a pesar de que considere ridículo vuestro modo de proceder en el caso que nos ocupa. Decís, repito, que es triste que suene más alto un gol que la protesta por una injusticia, pero yo os replico y os hago saber -malditos iluminados de pacotilla- que combatir una injusticia dista mucho de escribir en un perfil de red social una sentencia políticamente correcta o de compartir un titular populista según convenga. Porque no, amigos, el hecho de teclear la palabra ‘LADRONES’ seguida de innumerables signos de exclamación no hace que tal mensaje actúe como un conjuro y que por el poderío infinito de la magia vaya a ser condenado todo aquel que sea susceptible de cargar con esa lacra. A los políticos, a los banqueros, a todo aquel colectivo al que os queráis referir les vienen sudando las partes nobles lo que vosotros escribáis en Facebook un domingo de resaca mientras escucháis lo último del efímero y presunto cantante exitoso de turno. Lo que les puede llegar a asustar es que la gente decida galopar hasta enterrarlos en el mar.

Y además, de esta evidencia de vuestra falta de respeto y entendimiento forma parte también una presuntuosidad irrisoria, por hipócrita. Os emplazo ya si queréis a tomar un café o una copa -recomiendo Cointreau, como sabéis- para iniciar un debate que dure horas acerca del reflejo de la física cuántica en Borges, la victoria de Pdr Snchz en las primarias socialistas, quiénes son los rebeldes de Alepo o si Mari Juana hace mejor cazón en adobo que flamenquines de rabo de toro. Pero dudo a horrores que aceptarais la invitación y me temo que, en caso de hacerlo, os limitaríais a espetar dos o tres clichés -con mayor o menor ingenio- para salir airosos del envite. Eso a mí, lo vuelvo a decir, es lo que me provoca tristeza. Dejadnos en paz. Vivid y dejad vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario