Miércoles.
10:48
Jaén arde. Lleva ardiendo un día entero y no hay manera ni
de combatir el fuego ni de hallar consuelo. Sirva como ejemplo de esto último
una cruel jugada del destino: hoy, tras haber pasado la noche haciendo la
cucharita con Hefesto, me he sentado frente al televisor y Netflix me ha
ofrecido la escena de Terminator II en la que Sarah Connor muere abrasada tras
una explosión nuclear y las llamas se ceban con un parque angelino mientras se
ejecuta la sentencia del Juicio Final decretado por Skynet. Salgo ahora a la
calle y una bofetada de ventolera cáustica me empuja a la blasfemia: "Su
puta madre a caballo". Trato de demostrar más estoicismo que Andy Dufresne
en Shawshank, pero pronto reniego de la parte que de machiberismo me corresponde.
El pantalón corto ayuda, claro, y he de aprovechar, en este sentido, la mañana,
porque en la redacción estoy obligado al recato, lo cual huelga señalar que es
del todo injusto. Quizás mis pantorrillas no sean las de Muñoz Escassi, pero sí
lo suficientemente soportables a la vista como para no merecerse esta tortura
en plena canícula. Quienes sí deberían sufrirla son los que defienden esa
concepción casposa del aliño personal. Por el poder que me otorga San Clemente,
yo os condeno a cumplir un millón de cadenas perpetuas consecutivas, una por
cada una de vuestras víctimas. Que se cumpla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario