jueves, 18 de junio de 2020

Me quedará la palabra

Martes.

22:43

      Apenas puedo mantenerme en pie. Me siento débil, debilísimo, tanto como un sietemesino. Si alguien me soplara, me diluiría en la atmósfera en una fracción de segundo, si me tocara, provocaría mi derrumbe inmediato, como si fuera un mero azucarillo. Ceniza, escombro y barro. Hoy sólo quiero silencio y alejarme todo lo posible de los gritos furibundos, pero no consigo dejarlos atrás. Dudo que alguna vez lo logre, del mismo modo que hay manchas que duran toda la vida. A mí esta me acompañará siempre.
      Destacar en un titular que Francisco Javier A. G., el presunto asesino de María Belén S. R. y sus dos hijos, era "un hombre de buen trato y correcto", ha sido un error grosero que, aunque no haya dependido sólo de mí, siento como propio. Y se trata del enésimo que uno comete, sí, pero también es el que más me está doliendo, no por la repercusión que ha tenido, ni tampoco porque personas que me conocen y otras a las que sigo y admiro me tachen de energúmeno y digan que soy basura, sino porque no suma, más bien resta, en la necesaria lucha contra la violencia machista, lo cual, dicho así, de forma tan sencilla y directa, suena a hambre de redención barata, a obligada impostura. Por ello siento la necesidad de explicarme más a fondo, de hacer ver que, por supuesto, no pretendía, como he leído, ni blanquear la figura de nadie ni tapar un crimen, que yo no soy así, que no quiero ser así en absoluto y que este error responde bien a la inexperiencia, bien al mal criterio, pero lo único que acierto a hacer es pedir disculpas.

      He vuelto a caer de espaldas. Debería estar inconsciente, pero mantengo los ojos abiertos. De nuevo me sobrevuela la duda acostumbrada: ¿valgo yo para esto?


Miércoles.

11:24

      Hay quien está deseoso de apuntarse un tanto moral a diario. Lo malo es que le basta con escribir un tuit para darse por satisfecho e irse a la cama con la conciencia tranquila -algunos lo hacen simplemente por puro proselitismo-, caiga quien caiga y aunque el encajador esté en la misma trinchera que la suya. No, nadie lo comprueba antes de un ataque tuitero.
      Aquellos con quienes habitualmente estoy de acuerdo, con quienes comparto hasta credo y argumentario, hoy se atreven a afirmar sin miramientos que soy "un mal profesional y una mala persona". Un titular desafortunado -y aislado- les basta para condenarme en juicio sumarísimo, pero -y no tendría que ser necesario- hay que recordar que el que no cojea, renquea.
      Huelga decir que, por supuesto, mis ideas acerca del machismo se mantienen firmes. Seré claro: estoy convencido de que erradicar la cultura heteropatriarcal a través de la educación y la concienciación es posible. Yo continuaré usando mis armas para contribuir a la causa, como hasta ahora, en la medida que pueda, porque siempre, y digo siempre, me quedará la palabra.



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