Sábado.
21:23
A veces
pienso que dedicarme al periodismo está degradando mi forma de escribir, pero
no tardo en concluir que exagero. No obstante, sí que estoy convencido de que,
como mínimo, me está alejando del que yo considero que, en este huracán de
indefinición en el que vivo atrapado, ha sido mi mejor estilo. Redactar
noticias todos los días hace que me resulte imposible olvidar al instante los
mecanismos del registro puramente informativo cuando tengo un hueco exiguo para
pasarme a la narrativa. Por ello, al final, como ni puedo escribir como quiero
en el periódico, ni quiero escribir como en el periódico fuera de la redacción,
siempre acaban invadiéndome la frustración, el enfado y acaso también la
tristeza. Se preguntará al respecto algún cebollino: ¿no es posible
desprenderse del estilo informativo, como si se tratara de un mono de trabajo,
y, acto seguido, enfundarse el literario, ya planchado y listo para lucirse, y
viceversa? Claro que no, la hostia, claro que no, y quien piense que sí es un
borrico, amén de un ignorante de cuidado. Para que escribir, se persiga el
objetivo que se persiga, no se convierta en un ejercicio impersonal e insulso
-y el texto resultante carezca, por tanto, de lo que Caballero Bonald vino a
llamar "base estilística solvente"-, uno ha de sumergirse en la tarea
hasta el fondo, acostumbrarse al ritmo de las aguas y acabar dominándolas, algo
que, lejos de ser moco de pavo, es harto complicado, más aún si se viene de
otro mar completamente distinto. La consecuencia de nadar a contracorriente es,
por supuesto, el naufragio; la de hacerlo sin haberse adaptado al cien por cien
al entorno, el estallido de la decepción, porque, aunque se conseguirá llegar,
seguro, a una plácida orilla, esta será otra algo diferente a la que se
pretendía alcanzar cuando comenzó el enfrentamiento contra la hoja en blanco.
"Saqueo mi vida. Ahí la tienen. ¿Para qué la quieren? Yo, a veces, la
prendería fuego", dice Leila Guerriero. En muchas ocasiones deseo hacer
eso con mi estilo. Saquearlo. Quemarlo. Lijarlo hasta dejarlo totalmente raso
para, luego, reconstruirlo, tallarlo. Jodida Guerriero. Como a Jabois, a ella
también tendrían que enchironarla. De nuevo os acuso de incitación a la lujuria
estilística.
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