Martes.
00:26
Hoy me han hecho indefinido. No lo digo con jactancia: uno a veces se beneficia de las circunstancias y punto. Ni siquiera he acogido la noticia con alegría. Se lo he comunicado a todo el mundo, sí, pero, más que porque estuviera contento, porque se supone que debía estarlo. Ser indefinido te ata a un lugar, y yo nunca me he imaginado veinte años en un mismo trabajo. Ni diez. Ni cinco. Es más, hasta ahora, siempre que he llegado a un sitio ha sido pensando cuál iba a ser mi siguiente paso fuera de allí. El atractivo de las cosas que deseas dura lo que tardas en acostumbrarte a ellas una vez alcanzadas; después, se convierten en una sombra más del bizantinismo urbano. Estar encadenado a algo hace que la existencia se vuelva algo gris.
Esta noche tampoco me ha dado tiempo a coger el bus, por lo que he tenido que volver andando desde la redacción. En realidad, no es algo que me importe demasiado. Incluso lo deseo la mayoría de las veces. Se trata este del momento del día, junto al desayuno, en el que estoy más lúcido, y necesito dilatarlo y aprovecharlo todo lo posible. Esta vez, regresar a patita -ahora que hablaba vagamente de cromatismo citadino-, me ha servido para advertir algo curioso: la metrópoli es mucho más rica en colores de noche que de día. O quizás lo adecuado es decir que los colores se vuelven más ricos tras la puesta de sol. Esa circunstancia te inspira perspectivas intrépidas y aberrantes. ¿Qué ocurriría si decidiera esfumarme sin dejar rastro? Una madrugada indefinida. Eso sí lo firmo ahora mismo sin ningún reparo.
00:26
Hoy me han hecho indefinido. No lo digo con jactancia: uno a veces se beneficia de las circunstancias y punto. Ni siquiera he acogido la noticia con alegría. Se lo he comunicado a todo el mundo, sí, pero, más que porque estuviera contento, porque se supone que debía estarlo. Ser indefinido te ata a un lugar, y yo nunca me he imaginado veinte años en un mismo trabajo. Ni diez. Ni cinco. Es más, hasta ahora, siempre que he llegado a un sitio ha sido pensando cuál iba a ser mi siguiente paso fuera de allí. El atractivo de las cosas que deseas dura lo que tardas en acostumbrarte a ellas una vez alcanzadas; después, se convierten en una sombra más del bizantinismo urbano. Estar encadenado a algo hace que la existencia se vuelva algo gris.
Esta noche tampoco me ha dado tiempo a coger el bus, por lo que he tenido que volver andando desde la redacción. En realidad, no es algo que me importe demasiado. Incluso lo deseo la mayoría de las veces. Se trata este del momento del día, junto al desayuno, en el que estoy más lúcido, y necesito dilatarlo y aprovecharlo todo lo posible. Esta vez, regresar a patita -ahora que hablaba vagamente de cromatismo citadino-, me ha servido para advertir algo curioso: la metrópoli es mucho más rica en colores de noche que de día. O quizás lo adecuado es decir que los colores se vuelven más ricos tras la puesta de sol. Esa circunstancia te inspira perspectivas intrépidas y aberrantes. ¿Qué ocurriría si decidiera esfumarme sin dejar rastro? Una madrugada indefinida. Eso sí lo firmo ahora mismo sin ningún reparo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario