Martes.
21:48
Analizar la fiesta de nochevieja es utilísimo
para conocer la etiología del borreguismo. Se celebra porque se celebra, y
punto. “-¿Por qué la celebras tú?” / “-Porque se celebra, porque es nochevieja,
porque se acaba el año” -dicho así, con cara de perro pachón. Y punto. "Porque
se acaba el año". He ahí un argumento aplastante. Se acaba, sí, ¿y qué?
También se acabaron febrero, junio y octubre, pero no montamos una fiesta en
esos casos. Mañana seguirá todo en el mismo sitio en el que lo dejarás hoy. No
se terminará nada ni empezará nada nuevo, exceptuando tu suscripción a Netflix
y Spotify. El paso de un año a otro no supone más que un cambio de dígito, y
por eso nochevieja es una fiesta inútil que, además, atenta contra el instinto
de supervivencia en su sentido más básico. Estamos empeñados en subsistir a
diario, pero aprovechamos, sin embargo, el 31 de diciembre para forzar una
despedida del todo vacía. Y digo bien: nosotros. Porque yo, igual que tú, soy
un borrego y, además, el mayor hipócrita sobre la faz del planeta. Yo, igual
que tú, también me he despertado con taquicardia por la presión de tener que
escribir un final a la altura de las circunstancias y la necesidad de dejar
secos todos los bares y cafepabs de este mi querido e insigne pueblo. Por
supuesto, he sido débil y he hecho lo que se esperaba de mí -qué menos-, de
modo que, seguramente, lo que me mueve a hablar ahora es un ataque de ira
jupiterina. Heme aquí, tumbado como un bon vivant en horas bajas tras haber
estado regalando el gaznate durante ocho horas para, en quince minutos,
levantarme con las pilas recargadas y dispuesto a ver amanecer subido a una
farola. Y ello a pesar de que no creo en esto. Las emociones no pueden cercarse
en 365 días, de modo que no te deseo todo lo mejor, acompañado de un sinfín de
manidos etcéteras, sólo para 2020, sino para siempre. Feliz año, por tanto, se
queda corto; será mejor decir feliz vida.